El yoga es una disciplina, más que un deporte, porque no trata solo de cultivar el cuerpo, sino también la mente, y el alma. El yoga nació en la India. Lo que conocemos como los tipos de yoga, son en realidad las nueve ramas del árbol del yoga. Todos estos tipos de yoga tienen un mismo objetivo común: la unión del cuerpo y la mente. Se compone de posturas (asanas), relajación (savasana), meditación (dhyana), respiración (pranayama), kriyas (limpiezas), mudras (sellos energéticos), kirtan (cantos), mantras.

En el yoga es muy importante tener en cuenta la respiración, ya que a través de la respiración en el yoga es como se consigue la relajación, y con ella la meditación. Con una adecuada respiración, nuestras células se oxigenan, eliminamos desechos, y nos llenamos de energía. Además, la respiración está conectada con la mente: cuando controlamos la respiración, también la mente se aquieta. La respiración es central en el yoga, y mucho más en algunas técnicas como en el kriya.

Las posturas de yoga, llamadas asanas, son ejercicios de yoga que unen el cuerpo con la mente. No consisten en imitar una postura de yoga determinada, sino en conseguir el equilibrio y la concentración en ese punto, con una respiración adecuada. Son posturas que deben ser cómodas y estables, por lo que se conquista una postura cuando se llega a ella sin dificultad y cuando son fáciles de mantener. Las posturas tienen un propósito medicinal, pues sanan y mantienen en un óptimo funcionamiento los órganos internos y el metabolismo, y además fortalecen el cuerpo, lo hacen más esbelto, flexible y sano. Son una manera de trabajar el cuerpo físico para llegar a la mente y al espíritu. Las asanas son el método más conocido del yoga.

La meditación tiene muchas técnicas, algunas utilizan mantras (sonidos u oraciones que se repiten para calmar la mente), otras utilizan objetos de atención, otras se centran en la respiración, visualizaciones… El principal objetivo de la meditación es la disolución del ego y que se viva sólo el instante presente. Esto se hace principalmente a través de la reducción, supresión o la no identificación de la actividad mental, pues la mente es el principal obstáculo que nos impide regresar a esta conexión con el absoluto, que es nuestra verdadera naturaleza.

Aunque tenga tantos beneficios en todos los aspectos de la vida, el propósito del yoga en sus inicios y en su esencia aún hoy es reunificar el verdadero ser, que es el espíritu, con el absoluto. De acuerdo con la filosofía yóguica, la ignorancia nos separa de nuestro verdadero ser, que es la unión con esta consciencia y a medida que el espíritu evoluciona, estamos más cerca de conocer la realidad del mundo y de la felicidad.

De acuerdo con esta tradición relacionada con el hinduismo vivimos en una realidad ilusoria, llamada Maya, y nos identificamos con el ego (el “yo”, nuestra mente, nuestra individualidad y el cuerpo que tenemos como vehículos para actuar y vivir en el mundo), que es la causa del sufrimiento y desasosiego. El yoga nos lleva a experimentar la ruptura con esa realidad falsa y a comprender que todo es Brahman: la conciencia pura, o Dios. Esto es lo que se conoce como la iluminación, que no es otra cosa que volver a unirnos con nuestra esencia.